Como en cualquier otro centro de trabajo, la pandemia obligó en marzo a transformar el funcionamiento del Parlamento vasco casi de la noche a la mañana. Un cambio de la presencialidad a las vías telemáticas que, por si no fuera poco con las dificultades técnicas, se topó con un obstáculo añadido. El Reglamento de la Cámara se mostró incapaz de resolver las necesidades excepcionales y los grupos se vieron abocados a estirar la cuerda.
Los cambios parecen ineludibles. En realidad, ya se iniciaron antes de las elecciones del 12 de julio, pero la situación de interinidad que vivía entonces el Legislativo, con una Diputación Permanente muy limitada, hacía imposible cualquier retoque.